Luna de miel en el Infierno y otros cuentos de marcianos by Fredric Brown

Luna de miel en el Infierno y otros cuentos de marcianos by Fredric Brown

autor:Fredric Brown [Brown, Fredric]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 2000-05-15T00:00:00+00:00


—¡Marta, cariño! —dijo, mientras cerraba la puerta y se acercaba a abrazarla—. Es fantástico que hayas vuelto.

Pero Marta se apartó de él, aún más rápidamente, y la pistola salió de su bolsillo.

—Mira detrás de ti —dijo—. Aparte de eso, no te muevas.

El duplie volvió la cabeza y vio a Matt Anders. Se le agrandaron los ojos y pese a la amenaza de la pistola en la mano de Marta, la suya fue hacia el bolsillo interior de su chaqueta para sacar el arma cuyo equivalente le había quitado Marta a Anders.

—¡Marta! —gritó—. Éste no es un duplie… es mi original. Voy a…

Iba a, pero no lo hizo. La pistola de Marta disparó primero.

Había sido muy arriesgado; Anders tenía la frente cubierta de sudor cuando salió de su rincón.

—Siéntate. Hemos de hablar deprisa y de trabajar deprisa… o intentarlo. Escucha, esto es lo que he descubierto, gracias al duplie de Sean Charlton, desde que he llegado. —Lo contó rápidamente—. ¿Puedes confirmarlo… o añadir algo?

—Supongo… supongo que es así —dijo ella, y su voz era casi un susurro—. Yo no sabía todo eso, pero lo poco que he oído concuerda. Que ahora tenían tres bombas atómicas y que había algo grande preparado para esta noche. Que tenían duplicadores capaces de enviar uranio. Pero no sabía que podían enviar las bombas a la Tierra y hacer que explotaran en… Oh, Matt, eso es terrible.

Él asintió, muy serio.

—¿Algo más? ¿Hay algún detalle que puedas añadir?

—Bueno, hay algo, pero no veo de qué puede servir. Cuando envían seres humanos utilizando los duplicadores arreglados para transportar uranio… no salen siendo duplies; los duplicados también son seres humanos y no monstruos sin sentido moral.

—Pero ¿cómo…? ¿Por qué iba a…?

—Tienen esta teoría: en alguna parte del cerebro humano hay partículas submicroscópicas de…, de materia fisionable, igual que existen cantidades diminutas de muchísimas sustancias en el cuerpo. Demasiado pequeñas para ser detectadas. Y al duplicar a un ser humano en un Kingston ordinario, esas partículas submicroscópicas explotan y lesionan una parte del cerebro. La parte que alberga…, bueno, la empatía, la misericordia, la humanidad…, como quieras llamar a la cualidad que hace que las personas sean humanas y no monstruos desprovistos de alma.

Anders asintió lentamente. Parecía explicar un fenómeno que lo había desconcertado, igual que a muchas personas, durante largo tiempo. Y eso significaba que si alguna vez volvía a darse una situación en la que resultara legítimo y ventajoso duplicar seres humanos, podría hacerse sin crear monstruos.

Pero, de momento, saber eso no parecía servir de mucho.

—Marta —dijo—, ¿sabes algo sobre la distribución de este sitio? ¿Qué hay en cada cúpula, además de ésta? ¿Dónde se encuentra el cuartel general?

—Sólo conozco la cúpula de comunicaciones —dijo ella, sacudiendo lentamente la cabeza—, que es la pequeña, y sé que sólo permiten entrar a duplies y que los guardas también lo son.

—¿Desde allí se emiten las transmisiones que ven los marcianos? —preguntó Anders, inclinándose hacia delante muy interesado—. ¿Es el centro de propaganda desde el que emiten todos los programas para la difusión interna?

—Sí.



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